Sentado a la mesa, Mauricio tiene ante sí un plato de sopa de letras. Este es el punto de partida de esta historia, la historia de un día normal en una vida normal. Pero de repente, ante Mauricio se crea una nueva perspectiva, apasionante para él y para su esposa Julia; absolutamente mundana para todos los demás. Desde ese preciso momento, con el plato todavía humeante, algo cambia. Todo sigue igual pero nada es lo mismo. Todo puede ser mucho mejor. Aunque Mauricio y Julia no tienen todo el tiempo del mundo. ¿Se habrá enfriado demasiado la sopa de letras?

Enzo García comía de forma ocasional, cuando era pequeño, una buena sopa de letras. Desde que dejó el lecho familiar, e incluso antes, no ha vuelto a probarla. A partir de entonces va dando tumbos sin saber qué le deparará el pasado ni qué fue de su futuro. Poco después de que entregara el manuscrito original de este libro, desapareció. Algunos maîtres aseguran que se le ha podido ver en sus restaurantes pidiendo sopa de letras. Un quiosquero afirma que le vendió un librito de pasatiempos, concretamente de sopas de letras, y que le vio masticarlo mientras se alejaba solo y cabizbajo. Nada de esto ha podido comprobarse. Sin embargo, ha llegado una carta sin remite a la editorial en la que el anónimo comunicante asegura que está bien y que pronto vendrá a por el dinero que le corresponde. Estaba escrita con letras de sopa de letras pegadas con celo en un papel. Suponemos que es él.